Andrés Panasiuk

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La cultura latinoamericana se ha moldeado con el pensamiento fatalista que afirma que las cosas nunca cambiarán y que, por mucho que uno se esfuerce, la transformación no sucederá. Hemos trasladado esta idea a todas las áreas de nuestra vida. Incluso a las finanzas personales. Nos resignamos pensando que siempre estaremos endeudados, que nos faltará el dinero y que padeceremos necesidades. 

El libro Los siete hábitos de  Steven R. Covey narra la historia de un conocido psiquiatra judío llamado Victor Frankl. Él era un psiquiatra determinista que creía que las cosas que le ocurren a las personas en la niñez determinan su manera de ser en la edad adulta. Decía que, una vez que los parámetros de la personalidad estaban establecidos, no había mucho que pudiera hacerse  para cambiarlos más adelante.

En una oportunidad, Frankl cayó prisionero de los nazis. Fue a un campo de concentración junto con su familia.  Casi todos sus parientes perecieron allí, incluso él sufrió numerosas torturas. Cada día debió enfrentar terribles situaciones, sin ninguna esperanza por el mañana.  Cierta vez, cuando se encontraba solo y desnudo en el rincón de un pequeñísimo cuarto, descubrió lo que él mismo llamaria más adelante “la última de las libertades del hombre”. Una que jamás le podrían quitar.

Viktor se dió cuenta de que los nazis tenían el poder para controlar su entorno y el ambiente en que se movían, pero no controlaban cómo él reaccionaría frente a las situaciones. Todavía tenía la libertad de decidir de qué manera le afectaría lo que ocurría.  Tenía la facultad de dejar que las  circunstancias lo destrozaran emocionalmente o, en medio de ellas, de continuar creciendo como persona. A pesar del crudo invierno nazi, podía mantener la calidez de su vida interior. 

Es verdad que para cada acción, existe una reacción; para cada estímulo, una respuesta.  Pero Viktor Frankl —en medio de los horrores del campo de concentración— descubrió un principio fundamental de la naturaleza humana: entre el estímulo y la respuesta, el ser humano tiene libertad de elección. Tiene la facultad para decidir. Por ello fue que muchos de los latinoamericanos, en tiempos de dictaduras militares, decidieron cantar con alegría pese a la difícil situación. Elegieron ser felices “a pesar de”.

Tienes la libertad de elegir cómo responder a las circunstancias que te rodean. Puedes optar por desesperarte, amargarte y rendirte, o puedes elegir que hoy sea el último día en que el dinero te domine y amargue tu existencia. La calidez interior es una elección. Si la tienes, puedes disfrutar la vida y tus relaciones con quienes te rodean. Incluso pese a atravesar un terrible invierno financiero.  

Identifica las áreas muertas de tu carácter y determina que a partir de hoy —cueste lo que cueste y lleve el tiempo que lleve— encontrarás una nueva ruta para alcanzar tus metas. Fuimos creados para conquistar la tierra, no para ser arrasados por las circunstancias. Puedes cambiar tu destino económico, tal y como lo han hecho ya miles de personas en todo el continente.  Toda travesía comienza con un primer paso: decide hoy ser diferente.  

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