Andrés Panasiuk

post-header

Mahatma Gandhi decía: “Yo declaro ser nada más que un hombre común, con capacidades menores que las de un hombre promedio. No me cabe la menor duda que cualquier hombre o mujer puede lograr lo que yo he logrado si realiza el mismo esfuerzo y cultiva la misma esperanza y la misma fe”.

Valorar la compasión hacia los demás en la vida está íntimamente ligado con el amor. La compasión hacia los demás es, justamente, el resultado natural de un amor incondicional. Esa es la actitud que engrandece a los países, las sociedades, las familias y los individuos.

La “capacidad” es lo que nos permite hacer algo. “Motivación” es lo que determina eso que hacemos. “Actitud” es lo que determina qué tan bien lo hacemos. Aristóteles dijo, trescientos años antes de nuestra era, que “en los lugares donde alguna gente es extremadamente rica y otros no tienen nada, el resultado será una democracia extrema o una absoluta oligarquía; el despotismo vendrá de cualquiera de esos dos excesos”.

El amor al prójimo, la ternura y la compasión nos permiten balancear las diferencias y ayudar al necesitado con sus deficiencias para lograr una mejor sociedad en cada uno de nuestros países. No por obligación ni por lástima, sino por compasión. La lástima me coloca en una actitud superior a mi prójimo: por lástima doy una limosna. La compasión me coloca junto a mi prójimo: por compasión estoy dispuesto a dar mi vida en pos de un ideal.

Compasión es una palabra compuesta: com-pasión. Significa “tener la misma pasión”, “tener el mismo sufrimiento que…” o “sufrir con…”. Alexander Solzhenitsyn, el gran poeta y líder de los derechos humanos en Rusia, dijo cuando le entregaron el premio Nobel en 1970: “La salvación del hombre se encuentra solamente en llegar a hacer que todo le importe a todos”. El problema de nuestros días es que a todos no hay mucho que nos importe.

El amor ha sido reemplazado por la indiferencia. No se puede alcanzar la prosperidad integral sin compasión. Si en tus finanzas no hay compasión tampoco habrá paz. Para demostrar ternura y compasión, uno no necesita gastar fortunas. Solamente tiene que estar dispuesto a colocarse en los zapatos de la persona que tiene al lado y extenderle una mano amiga en el momento de necesidad. Solo hace falta sensibilizarnos hacia el dolor ajeno. El problema es que, en medio de tanto dolor, a veces nos volvemos insensibles.

Al practicar la compasión puedes llegar a ayudar a una persona o a un pueblo entero. Lo importante es desarrollar una sensibilidad interior que te permitirá enriquecer tu carácter. Recuerda que la prosperidad financiera no significa nada si no va acompañada de la profunda satisfacción interior por estar haciendo algo determinante en la vida de alguien que nos rodea. ¡Ni todo el dinero del mundo puede comprar la satisfacción que viene como resultado de ejercer la compasión!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *